El remís fue mi coche fúnebre...

No fue mi mejor semana. Desde hace un par de días que no se puede acceder a Botón vía web porque la gente de Blogger no sé qué quiere inventar, o qué rompió, o qué... pero tira un error del cual no encuentro una explicación y mucho menos una solución. Creo que tiene que ver con un widget nuevo, disponible en la versión Draft de Blogger... qué se yo.

Igualmente, me di cuenta que puedo publicar igual, entonces aquellos que me siguen vía Reader o Bloglines (no muchos, pero recontra fieles) pueden ver mis posts. Pequeño consuelo.

Pero lo que me terminó de matar fue lo que pasó ayer con mi “equipo” (lo pongo entre comillas porque no da para llamarlos así): me dejó drogui, no tenía ganas de levantarme de la cama, ni de ir a laburar, ni de nada. Vergonzoso. Tremendo Ramón, como siempre, pero vergonzoso lo nuestro.

Lo de ayer fue épico por parte de San Lorenzo, club indiferente para mí hasta que asumió el infernal Ramón. El único consuelo que encuentro es ése: un grande de verdad, por el cual los hinchas santos poco daban al principio pero que hoy sólo les queda reverenciarlo (¿verdad amigo?). La copa es de ustedes, cuervos. Sólo les queda un hijo de obstáculo, fuerza, haganlo también por nosotros. En la cancha tienen con qué, y en el banco tienen al mejor.

Nunca vi un partido así y creo que en lo que me quede de vida nunca lo voy a ver. Me recuerda a una final de Champions League, entre el Manchester United y Bayern Munich, en el 99’: en aquella ocasión, el equipo alemán ganaba 1 – 0 y en los dos minutos de descuento que había dado el árbitro, Manchester pasó a ganar 2 – 1 y le arrancó la copa de las manos. Tremendo.

Como hincha me dolió mucho más que cuando Argentina quedó afuera de Alemania 06’. Sin dudas me dolió más: porque de última, Argentina fuera de un mundial nos duele a todos... pero lo de ayer... mi amigo Juan decía “me da la sensación de que si salgo a la calle me señalan con el dedo y se ríen de mí”. Y sí: yo lo haría. No recuerdo haberme sentido así por River jamás. Cuando llegó el remís que me llevaba a casa, otra vez Juan con sus frases cómicas, trágicas y ciertas: "Ahí llegó el coche fúnebre, andá..."

Y ahí fui. Sólo faltaron las coronas de flores.