Un iPhone en mi mano

Hoy terminé mis jornadas de capacitación y estoy particularmente contento: saqué muchas cosas buenas de estos largos seis meses de madrugones los sábados, y los cursos me parecieron tremendamente útiles no sólo para mi laburo sino también para mi vida. Así que por ese lado, de pelos.

Pero lo más llamativo de la mañana de hoy no fue la última clase, ni la temática, ni las medialunas, ni los mates con agua de dispenser a estrenar: de la galera (que en realidad tenía forma de bolsillo :o) uno de mis compañeros sacó un iPhone no con intención de mostrarlo, sino para corroborar que lo tenía apagado antes de empezar la clase.

Mi reacción fue algo tardía. Estaba sentado justo al lado de él, y al ver el aparato enseguida imaginé que era un V3 Black (una burrada, pero a simple vista tiene "algo" de parecido), por lo que le resté atención. Lo cómico vino cuando me percaté que tenía a 30cm el nuevo chiche de Apple.

"¿¿¡¡ESO ES UN IPHONE!!??" debo haberle gritado. Muy tranquilo, mi compañero me respondio en forma afirmativa. Tuve hasta miedo de pedirle si me lo prestaba, a ver si era celoso de su teléfono y sufría mientras yo lo inspeccionaba (yo lo haría), pero me animé. "Cómo no", me respondió muy amable... pero la desilusión llegó al segundo: "No tiene batería, ¿eh?" me dijo, y me rompió el corazón.

En principio pensé que me cargaba, pero efectivamente, cuando lo había sacado de su bolsillo en primera instancia no estaba chequeando si estaba apagado, sino que corroboroba justamente que no tenía más batería. "¡Cómo que no tiene carga!" le pregunté casi indignado... "No, hasta recién tenía, pero se me acaba de apagar" La suerte está echada.

Ver un iPhone apagado ya es emocionante, ni quiero imaginarme si algún día se lo podré manguear mientras esté prendido. Un aparatito hermoso, algo pesadito, pero bien, aunque no pude experimentar la sensación de pasar las tapitas de los discos por la Touch Screen: con eso salvaba el fin de semana.